A 3.600 metros de altura también se deciden los comicios de Ecuador. ¿Cómo vota un pueblo indígena?

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Un cartel del candidato presidente, Daniel Noboa, cuelga en un poste callejero antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Saquisil, Ecuador, el martes 11 de febrero de 2025. (Foto AP/Dolores Ochoa)

COCHAPAMBA – A Cochapamba, una remota comunidad indígena a 3.600 metros de altura en la sierra ecuatoriana, nunca llegaron a hacer campaña los dos principales candidatos. Sus caras no están en los carteles. Y, sin embargo, su mirada está puesta ahora en este y otros pueblos de Los Andes que serán claves para la segunda vuelta presidencial en Ecuador.

Aquí la gente es leal al líder indígena Leonidas Iza, como medio millón más de votantes, pero en el balotaje del 13 de abril deberán decidir entre el presidente Daniel Noboa o la abogada izquierdista Luisa González.

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A Noboa ya le fue bien entre los sectores indígenas en su última disputa electoral contra González en 2023. Hace poco más de un año llegó al poder cuando nadie esperaba que pasara siquiera la primera vuelta, gracias en parte al respaldo de provincias de población mayoritariamente indígena como Cotopaxi, Imbabura o Tungurahua.

El martes, el mismo Noboa reconoció que tiene que mirar a esas comunidades en busca de votos. “Hemos tenido una buena relación con los pueblos y nacionalidades”, recordó sobre los indígenas.

Cochapamba es una parroquia rural del municipio de Saquisilí, en Cotopaxi. Está a unas dos horas de Quito, adonde se llega atravesando la neblina propia de las vías del altiplano andino y avanzando por un sinuoso tramo final de inclinadas curvas cerradas. A más de 3.600 metros sobre el nivel del mar, las únicas laderas que se ven por encima son las de unos pocos cultivos vecinos.

En esta pequeña población viven poco más de 6.000 personas que se sostienen principalmente del cultivo de cebolla blanca en rama para después venderla y distribuirla en los mercados del país. Todos son indígenas y hablan kichwa y español, explica el presidente del gobierno local, Luis Enrique Cofre Totasig, de 42 años.

Hay una sola plaza principal adoquinada con piedras y alrededor de ella algunas casitas precarias de un solo piso. A la vuelta de la esquina, todo es verde y húmedo. Ya no se ven grandes árboles. Los animales pastan, las gallinas revolotean sueltas y las mujeres de poncho rojo pastorean a sus ovejas.

“Un presidente de la República, un ministro, nunca ha visitado esta parroquia con 35 años de vida institucional”, reprocha Fernando Perdomo, vocal de 46 años del Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD), como llaman a la autoridad local.

“Realmente hay muchas necesidades en esta comunidad: tenemos un pequeño presupuesto del GAD y eso no nos alcanza” para atender a las 17 comunidades aún más pequeñas que forman parte de la parroquia, recalca Perdomo. Con su típico sombrero indígena de forma triangular y ala estrecha, menciona que mucha gente ha tenido que migrar fuera del país y que es urgente la ayuda en temas de riego en una zona que vive del agro.

El domingo pasado los habitantes de Cochapamba fueron a votar, algunos después de caminar una o dos horas hasta el colegio electoral.

Aún no se han desglosado los resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral a un nivel tan local. Pero lo que sí es oficial es que en la votación del domingo, la provincia de Cotopaxi —en donde está Cochapamba— se decantó entre Noboa (37,66%) y el líder indígena Iza (29,36%). Luisa González quedó tercera (27,75%).

En 2023, en la segunda vuelta que volvió a enfrentar a Noboa y González, más de un 72% de los votantes de Cochapamba confió en el primero, un candidato al que nunca han visto en persona.

Ahora está por verse a quién respaldarán dentro de tres meses.

Según el vocal Perdomo, en Noboa ya no confían tanto. “Creíamos que era un joven que realmente iba a hacer un cambio por el país, pero hasta aquí para mí, sí ha mentido”. Y a Luisa González le ven el “pero” de que es la heredera política del expresidente Rafael Correa (2007-2017).

“En época de Correa, él nos carajeó al pueblo indígena, sólo sus seguidores eran buenos. Nos quería explotar, hicimos levantamientos”, recuerda sobre la confrontación en la década de gobierno del exmandatario.

Están ahora esperando indicaciones de la dirigencia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador para decidir a quién darán su apoyo, aunque el líder del grupo —Iza— ya ha dicho que el voto no se endosa a nadie.

“Me sentiría decepcionada con todas las promesas que hace y después se olvide” , advierte Gloria Llugsha, de 28 años, sentada en su cama, en un habitáculo de unos tres metros que es a la vez el dormitorio de toda la familia —ella, su esposo y dos hijos—, la cocina y la entrada de la casa. En el suelo, hay regados un saco de yute, zapatos, botas de caucho, ropa y una bolsa de detergente.

Cree que los presidentes sólo se acuerdan de su gente cuando necesitan algún apoyo.

Para la joven madre de una niña de 9 años y de un niño de 2 es importante que el próximo gobierno baje el precio de los combustibles. Su esposo Jorge trabaja con su propio tractor y gasta 30 dólares cada dos días en llenarlo de diésel. Pero sus ingresos son, en épocas normales, de 20 a 30 dólares diarios, o de 100 al día cuando la temporada es buena.

¿Qué candidato responde a esa petición que también comparten el resto de sus vecinos? “Tenemos que reflexionar unos mismos: quién está bien y quién no. Nosotros mismos, cada uno”, responde Llugsha eludiendo pronunciarse sobre si apoyará a Noboa o a González, pero recalcando que no son los dirigentes indígenas quienes les dicen por quién votar.

El maestro José Alfonso Cocha, que se dice “nativo” y hasta fundador de Cochapamba, habla más abiertamente.

“Hemos votado a Daniel Noboa”, admite montado en su camión. Dice que el presidente pidió a Estados Unidos que “dé el trabajito” a los migrantes ecuatorianos y que eso justificó su voto, ahora que Donald Trump “va a mandar sacando a todos los migrantes” del país.

Uno de los que tuvo que migrar fue precisamente el hijo de Juan Alomoto, el exalcalde de 55 años de Saquisilí, que es el municipio principal de esa zona y donde Noboa cosechó un 67,53% en 2023. Es profesor en la escuela de Cochapamba y cuenta que hace tres años su hijo se marchó y cruzó la frontera a Estados Unidos por el Río Bravo junto a su esposa y dos menores. “La situación del agro se agravó”, explica, y tuvo que dejar el negocio de fertilizantes que tenía.

Katherine Fueres, una tendera de 27 años en un pequeño negocio de abarrotes a medio camino entre Cochapamba y Saquisilí reconoce que también es votante de Noboa.

¿Y por qué quieren a Noboa? Nadie menciona nada más concreto que ha mejorado el país en seguridad y que les gustaron sus propuestas. ¿Cuáles? “No sé”, responde Margarita Freires, de 75 años, sentada en un muro frente a la puerta de su casa en Saquisilí.

A Freires no le gusta Luisa González, porque no le gustaba Correa ni cuando estaba en todo su esplendor. En esa época votaba por Noboa, no el presidente actual, sino su padre Álvaro que se presentó y perdió seis elecciones presidenciales.

Y en 2023 votó por Noboa hijo, que sí llegó al poder. Y el domingo también lo hizo porque quiere que siga. Y en abril, asegura, volverá a elegirlo.


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