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Solicitantes de asilo llegan a nuevos extremos en México tras las medidas fronterizas de Trump

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Una menor procedente del estado mexicano de Morelia, duerme frente a un cartel con el nombre de Tijuana mientras las citas solicitadas por su familia a travs de la app CBP One para pedir asilo en Estados Unidos fueron declaradas no vlidas, el 20 de enero de 2025, en Tijuana, Mxico, poco despus de la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. (AP Foto/Gregory Bull)

ATOTONILCO DE TULA MUNICIPALITY – ATOTONILCO DE TULA, MéCuando Dayana Castro se enteró de que la cita para solicitar asilo en Estados Unidos por la que había esperado más de un año fue cancelada de un momento a otro, no lo dudó: se dirigiría al norte como fuera.

A esta migrante de 25 años, su esposo y sus hijos de cuatro y siete años no les quedaba nada en su país, Venezuela. Ya habían superado el peligroso Tapón del Darién que separa Colombia de Panamá y a los grupos criminales que se aprovechan de personas en su situación.

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Castro era una de las decenas de miles de migrantes en todo México que tenían citas programadas para solicitar asilo en la frontera de Estados Unidos hasta febrero, hasta que el presidente Donald Trump asumió el cargo y emitió una serie de órdenes ejecutivas para reforzar la seguridad fronteriza y reducir la migración. Una de ellas anuló el uso de la aplicación CBP One, que había permitido que casi un millón de personas, muchas buscando asilo, ingresaran legalmente al país desde enero de 2023.

“Pensamos seguir", afirmó Castro desde un pequeño refugio en el centro de México, junto a la vía de un tren de mercancías que iban a tomar hacia el norte, recordando que no podrían dar marcha atrás después de todo lo que pasaron, de todos los países que cruzaron.

Ahora, los migrantes como ella se están adaptando a una nueva e incierta realidad. Muchos siguen decididos a llegar a Estados Unidos por vías más peligrosas, a bordo de trenes de mercancías, contratando a contrabandistas y esquivando a las autoridades. Algunos hicieron fila en las oficinas de refugiados de México para solicitar asilo en el país, mientras que otros contemplaban la posibilidad de regresar a casa.

Trump declaró el lunes una emergencia nacional en la frontera entre Estados Unidos y México y anunció planes para enviar tropas estadounidenses y restringir el paso de refugiados y solicitantes de asilo, alegando que quiere frenar las entradas ilegales y el delito fronterizo. Las medidas siguen a un descenso de los cruces ilegales en los últimos meses.

Los defensores de la app CBP One utilizada por personas como Castro para intentar ingresar de forma legal sostienen que puso orden en una frontera caótica. Los críticos, por su parte, afirman que fue un imán para atraer a más migrantes.

Adam Isacson, analista de supervisión de defensa para la organización de derechos humanos Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, dijo que la represión migratoria de Trump seguramente disuada a los migrantes a corto plazo, pero también provocará una serie de consecuencias humanitarias en cadena.

Las personas con solicitudes de asilo válidas pueden morir en sus propios países, apuntó, mientras que los migrantes que huyen de países como Venezuela, Cuba o Haití, que no pueden regresar fácilmente a casa, pueden terminar flotando por América “completamente desprotegidos”. Isacson y otros analistas esperan que las políticas de Trump lleven a una mayor demanda de contrabandistas y empujen a los migrantes —muchos de ellos menores y familias— a zonas más peligrosas para evitar ser capturados.

El martes, Castro estaba asimilando el hecho de que seguir adelante luego de la cancelación de su cita del 18 de febrero con las autoridades estadounidenses podría significar que pondrá su vida, y la de su familia, en riesgo, ya que los cárteles extorsionan y secuestran cada vez más a migrantes vulnerables.

“¿Rendirse ahorita? No. Si no nos arriesgamos, no llegamos", aseguró mientras daba pan a sus hijos junto al pequeño refugio donde dormían.

En Tapachula, en la frontera sur de México con Guatemala, otro grupo de migrantes tomó un enfoque diferente.

La cubana Rosalí Martínez esperaba en fila en el exterior de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados en la sofocante ciudad sureña. Viajaba con su hijo y esperaba reunirse con su esposo en Estados Unidos.

Ahora se unía al creciente número de migrantes que han buscado asilo en México en los últimos años, ya sea temporalmente debido a las cambiantes restricciones estadounidenses o de manera más permanente.

Como muchos compatriotas en los últimos años, Martínez, que huye de una crisis económica en expansión, afirmó que se quedará en el país para ver qué ocurre, pero "de ninguna manera voy a volver a Cuba”.

Otros como Jomaris Figuera, de 42 años, y su esposo, quieren tirar la toalla tras años tratando de forjarse una nueva vida fuera de Venezuela, donde las crisis económica y política han impulsado a casi ocho millones de personas a emigrar en los últimos años.

Pasaron más de cuatro años recolectando café en la vecina Colombia, pero no lograban llegar a fin y mes y decidieron atravesar el Darién. Esperaron casi un año y medio para conseguir una vía legal de entrada a Estados Unidos en un albergue de madera en un campamento de migrantes asolado por la delincuencia en el centro de la Ciudad de México.

Debido a la crisis en Venezuela, no tienen pasaporte. Y sin dinero, temen que su único camino de regreso sea cruzar México y Centroamérica hacia el sur y caminar días a través de las mismas montañas del Darién.

Cualquier cosa sería mejor que quedarse en México, dijo Figuera.

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Clemente informó desde Tapachula, México, y Janetsky desde Atotonilco de Tula y la Ciudad de Mëxico.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.


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