WASHINGTON – Las elecciones de personal de Donald Trump para su nuevo gabinete y para la Casa Blanca reflejan sus posiciones distintivas sobre inmigración y comercio, pero también una gama de puntos de vista y antecedentes que plantean preguntas sobre qué anclas ideológicas podrían guiar su nueva estancia en la Oficina Oval.
En el ensamblaje rápido de su segundo gobierno —más rápido que su esfuerzo hace ocho años— el expresidente y presidente entrante ha combinado personalidades de la televisión, exdemócratas, un ejecutivo de la lucha libre y republicanos electos tradicionales en una mezcla que ratifica sus intenciones de imponer aranceles a los bienes importados y tomar medidas enérgicas contra la inmigración ilegal, y que deja abierta una gama de posibilidades para otras actividades políticas.
Recommended Videos
“El presidente tiene dos grandes prioridades, y no siente la misma convicción por nada más. Así que será un verdadero caso de incertidumbre y cambios de rumbo”, predijo Marc Short, jefe de despacho del vicepresidente Mike Pence durante el mandato de Trump de 2017 a 2021. “En su primer gobierno, se rodeó de pensadores más conservadores y los resultados mostraron que, en general, remamos en la misma dirección. Este es más ecléctico”.
Tan es así que el designado para secretario de Estado, Marco Rubio, el senador de Florida que ha ridiculizado a los regímenes autoritarios en todo el mundo, va rumbo a servir como el diplomático de más alto rango para un presidente que elogia a líderes autocráticos como Vladímir Putin, de Rusia, y Viktor Orbán, de Hungría.
La representante republicana Lori Chavez-DeRemer, de Oregon, ha sido elegida para sentarse en la mesa del gabinete como secretaria de Trabajo prosindicatos junto a múltiples multimillonarios, exgobernadores y otros que se oponen a facilitar que los trabajadores se organicen por su cuenta.
Scott Bessent, el futuro secretario del Tesoro, quiere reducir los déficits para un presidente que prometió más recortes de impuestos, mejores servicios para los veteranos y ninguna reducción de los mayores desembolsos federales: la defensa nacional, la seguridad social y Medicare.
El defensor del derecho al aborto Robert F. Kennedy Jr. es el elegido de Trump para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), al cual la base cristiana conservadora de Trump ha señalado desde hace tiempo como una agencia en la que el movimiento antiaborto debe ejercer más influencia.
Newt Gingrich, expresidente republicano de la Cámara de Representantes, admitió que los miembros de la lista de candidatos de Trump no siempre estarán de acuerdo con el presidente y ciertamente no entre ellos, pero minimizó la posibilidad de diferencias irreconciliables: “Un gabinete fuerte, por definición, significa que vas a tener gente con opiniones distintas y habilidades diferentes”.
Ese tipo de imprevisibilidad está en el centro de la identidad política de Trump. Él es la exestrella de reality TV que ya puso de cabeza a Washington una vez y regresa al poder con promesas amplias, a veces contradictorias, que convencieron a los votantes —especialmente a los de la clase trabajadora— de que lo volverá a hacer todo.
“Lo que Donald Trump ha hecho es reorientar el liderazgo político y el activismo hacia un espíritu más emprendedor”, dijo Gingrich.
También hay mucho margen para el conflicto, dada la amplitud de las promesas de campaña de Trump para 2024 y su patrón de rotar miembros del gabinete y personal de seguridad nacional durante su primer mandato.
Esta vez, Trump se ha comprometido a imponer aranceles a los productos extranjeros, poner fin a la inmigración ilegal y lanzar una operación de deportación masiva, aumentar la producción energética de Estados Unidos y cobrar represalias contra las personas que se opusieron a él, y que lo procesaron. Ha añadido promesas de reducir los impuestos, aumentar los salarios, poner fin a las guerras en Israel y Ucrania, optimizar el gobierno, proteger el Seguro Social y Medicare, ayudar a los veteranos y acabar con el progresismo sociocultural.
Trump aludió a algunas de esas promesas en semanas recientes mientras completaba su plantilla propuesta de jefes de departamentos federales y nombró a los principales miembros del personal de la Casa Blanca. Pero sus anuncios pasaron por alto cualquier paradoja política o posibles complicaciones.
Bessent se ha declarado como partidario de la austeridad en materia de déficit, y ha advertido que la creciente deuda nacional, combinada con tasas de interés más altas, impulsa la inflación al consumidor. Pero también apoya extender los recortes impositivos de Trump de 2017 que aumentaron la deuda general y los pagos anuales del servicio de la deuda a los inversores que compran bonos del Tesoro.
Bessent, un multimillonario de fondos de cobertura, construyó su riqueza en los mercados mundiales. No obstante, en términos generales, ha respaldado los aranceles de Trump. Rechaza la idea de que impulsan la inflación y, en cambio, enmarca los aranceles como ajustes de precios puntuales y apalancamiento para alcanzar los objetivos tanto de la política exterior estadounidense como los económicos internos.
Trump, por su parte, declaró que Bessent “me ayudará a marcar el comienzo de una nueva Edad de Oro para Estados Unidos”.
Chavez-DeRemer, prometió Trump, “logrará una cooperación histórica entre las empresas y los trabajadores que restaurará el sueño americano para las familias trabajadoras”.
Trump no hizo referencia al firme apoyo de la congresista de Oregon a la Ley para Proteger el Derecho a Organizarse (PRO-Act, por sus siglas en inglés), una medida respaldada por los demócratas que facilitaría a los trabajadores la sindicalización, entre otras disposiciones. Esa propuesta fue aprobada en la Cámara de Representantes cuando los demócratas tenían mayoría, pero nunca ha tenido un apoyo republicano importante en ninguna de las cámaras del Capitolio, y Trump no la ha incluido en su agenda.
Cuando Trump nombró a Kennedy como su candidato para convertirse en secretario de Salud, no mencionó el apoyo del exdemócrata al derecho al aborto. En cambio, Trump puso el foco en la intención de Kennedy de enfrentarse a los sectores de la agricultura, el procesamiento de los alimentos y la fabricación de medicamentos de Estados Unidos.
Destacan también los caprichos de Trump sobre la política exterior. Mike Waltz, el representante de Florida elegido por Trump para ser su asesor de seguridad nacional, ofreció mensajes contradictorios el domingo al discutir la guerra entre Rusia y Ucrania, que Trump afirma que nunca habría comenzado si él hubiera sido presidente, porque él habría convencido a Putin de no invadir a su país vecino.
En declaraciones al programa “Fox News Sunday”, Waltz repitió las preocupaciones de Trump sobre las escaladas recientes, que incluyen la aprobación por parte del presidente Joe Biden de enviar minas antipersonales a las fuerzas ucranianas.
“Necesitamos restaurar la disuasión, restaurar la paz y adelantarnos a esta escalada, en lugar de responder a ella”, dijo Waltz. Pero en la misma entrevista, Waltz declaró que esas minas son necesarias para ayudar a Ucrania a “detener los avances rusos” y dijo que trabaja “mano a mano” con el equipo de Biden durante la transición.
Mientras tanto, Tulsi Gabbard, elegida por Trump para ser directora de Inteligencia Nacional, el puesto de inteligencia más importante del gobierno, es una defensora abierta de Putin y del presidente sirio Bashar al Assad, un aliado cercano de Rusia e Irán.
Tal vez los elementos más impredecibles en la constelación del gobierno de Trump son los asesores de presupuesto y gasto Russell Vought, Elon Musk y Vivek Ramaswamy. Vought dirigió la Oficina de Administración y Presupuesto (OMB, por sus siglas en inglés) de Trump en su primer mandato, y está en la lista de candidatos para el mismo puesto otra vez. Musk, el hombre más rico del mundo, y Ramaswamy, un capitalista de riesgo archimillonario, lideran un panel asesor externo conocido como “Departamento de Eficiencia Gubernamental”.
Este último es un ejercicio cuasi oficial para identificar el despilfarro. No tiene autoridad legal, pero Trump puede encaminar las recomendaciones de Musk y Ramaswamy a las vías oficiales del gobierno, incluso a través de Vought.
Vought, uno de los principales autores del Proyecto 2025 —el plan del movimiento conservador para un giro a la extrema derecha en el gobierno y la sociedad de Estados Unidos— imagina a la OMB no solo como una oficina influyente para dar forma a las propuestas presupuestarias de Trump para el Congreso, sino como un centro de poder del poder ejecutivo “lo suficientemente poderoso como para anular las burocracias de las agencias implementadoras”.
En cuanto a cómo Trump podría manejar las diferencias en su gobierno, Gingrich señaló a Chavez-DeRemer.
“Puede que no esté de acuerdo con ella en cuestiones sindicales, pero quizá no le impida que ella las impulse”, dijo Gingrich sobre la Ley para Proteger el Derecho a Organizarse. “Y escuchará a cualquiera. Si lo convences, sin duda utilizará su capital presidencial”.
Short agregó que otros factores tienen más probabilidades de influir en Trump: la personalidad y, por supuesto, la lealtad.
Vought “le trajo recortes de gastos potenciales” en su primer gobierno, dijo Short, “con los que Trump no estuvo de acuerdo”. Esta vez, continuó Short, “tal vez Elon y Vivek le brinden respaldo” y den a Vought el sello de aprobación de dos empresarios muy ricos.
“Siempre tomará en cuenta quién ha sido bueno con él”, dijo Short. “Ya lo ves: los sindicatos obtuvieron a la secretaria de Trabajo que querían, y Putin y Assad obtuvieron a la DNI (jefa de Inteligencia) que querían. … Esta no es tanto una situación de un equipo de rivales. Creo que se parecerá mucho a un reality show”.