RIO DE JANEIRO – En la capital de Brasil, el silencio era absoluto el lunes.
Muchas horas después que el presidente Jair Bolsonaro perdiera su intento de reelección, el líder derechista generalmente presuntuoso no ha admitido la derrota ni cuestionado los resultados de la contienda política más reñida del país en más de tres décadas.
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Bolsonaro no ha dirigido una palabra a los periodistas que acamparon afuera de la residencia oficial ni a los simpatizantes que se reúnen regularmente en las inmediaciones. Tampoco ha publicado nada en sus redes sociales. La única señal de protesta provino de los camioneros partidarios de Bolsonaro que bloquearon algunas carreteras en diferentes puntos del país.
El rival de Bolsonaro, el expresidente y exlíder sindical de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, ganó la segunda vuelta el domingo por la noche con el 50,9% de los votos, por 49,1% de Bolsonaro. Fue la elección más reñida desde el regreso de Brasil a la democracia en 1985.
Bolsonaro ha cuestionado repetidamente la confiabilidad del sistema de votación electrónica de la nación. Llegó a decir que poseía pruebas de fraude, aunque no proporcionó la evidencia. Y hasta el mes pasado, comentó que si no ganaba en la primera vuelta de las elecciones, sería algo “anormal”, incluso cuando la mayoría de las encuestas lo ubicaban en desventaja.
A medida que pasa el tiempo y una cantidad cada vez mayor de líderes internacionales reconocen públicamente la victoria de Lula, el margen de maniobra del presidente se reduce, subrayaron expertos a The Associated Press.
Algunos de los aliados más cercanos de Bolsonaro indicaron lo mismo.
“La voluntad de la mayoría vista en las boletas nunca será impugnada”, dijo a los periodistas el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Liram, el domingo.
Entre los partidarios de Bolsonaro que reconocieron públicamente el triunfo de Lula se encuentran el gobernador electo de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, y la senadora electa Damares Alves, quienes fueron ministros bajo el gobierno de Bolsonaro, así como el líder de la bancada oficialista en la Cámara de Diputados, Ricardo Barros. El pastor evangélico Silas Malafaia, que ha sido un estridente partidario de Bolsonaro, pidió a Dios que otorgue su “bendición” a Lula.
“Debe tener varios planes sobre cómo impugnar los resultados de las urnas. La pregunta es si tiene el apoyo político para seguir adelante con estos planes”, indicó Paulo Calmon, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Brasilia. “No tendrá el apoyo del gobernador de Sao Paulo, de la Cámara de Diputados, ni del Senado y tendrá que enfrentar la oposición de todos”.
Calmon añadió que Bolsonaro había dicho durante una entrevista el mes pasado que aceptaría el resultado incluso si perdía, pero que felicitar a Lula dañaría su popularidad entre sus partidarios.
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El periodista de The Associated Press Mauricio Savarese en Sao Paulo contribuyó a este despacho.