El Viernes Santo es una de las celebraciones más apreciadas y profundas entre cristianos de todo el mundo, pero en la ciudad mexicana de Puebla y sus alrededores la conmemoración alcanza niveles tan masivos que incluso fue prohibida por los gobiernos republicanos mexicanos hasta 1992 cuando se rescató esta tradición que tuvo que suspenderse de nuevo por la pandemia de Covid y apenas este 2022 ha vuelto a celebrarse.
Si bien muchas religiones cristianas recuerdan los últimos momentos con vida de Cristo durante la Semana Santa o Pascua, en Puebla esta tradición, como muchas otras, tiene sus raíces en los primeros años de la colonia española, y fue ganando fuerza entre las comunidades de distintos grupos étnicos del centro de México, donde se celebró año tras año hasta 1737 cuando varias ciudades mexicanas fueron asoladas por la epidemia de matlazáhuatl (tifus).
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Este brote epidémico y otros, lejos de menoscabar la fe, fortalecieron la tradición de las procesiones como una manera de pedir socorro divino ante las adversidades, según comentó la historiadora Rosalva Loreto.
Siglos más tarde, durante la Guerra de Reforma, se prohibieron de nuevo las procesiones debido a los conflictos entre el estado y la iglesia católica en México. Por eso desde 1861 dejaron de realizarse, hasta que 131 años después, en 1992, se rescató esta tradición y las procesiones masivas regresaron.
Fue hasta el inicio de la pandemia de COVID que inició en 2020 que las procesiones se cancelaron de nuevo, pero este viernes 15 se reanudó esta procesión en Puebla, considerada una de las más grandes e importantes de Latinoamérica.
Durante las celebraciones se instalan alfombras de aserrín de colores, tradicionales en esta región de México. Sobre ellos caminaron miles de personas cargando imágenes de santos y otros objetos considerados sagrados por la comunidad. También avanzaron fieles personificados como Cristo, sus discípulos y los soldados romanos, quienes juntos representaron los últimos momentos de vida de Jesús de Nazareth.