PUEBLA. – Desde el fin de semana muchas familias mexicanas se preparan para dar la bienvenida a sus seres queridos que fallecieron, y lo hacen con enormes ofrendas de flores, panes, dulces, veladoras y colorido papel picado.
Este año es muy especial, pues luego de dos celebraciones canceladas y muchos fallecidos pendientes de homenaje a causa de la pandemia de COVID, las familias por fin tienen oportunidad de reunirse y recibir visitantes, aunque con medidas de higiene de por medio, pues la amenaza sigue latente.
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El Día de Muertos mexicano es resultado del sincretismo entre las creencias de las culturas indígenas y las de los inmigrantes europeos que llegaron a partir de la conquista.
Las celebraciones de los antiguos mexicanos
En el territorio que hoy es México habitaron culturas muy diversas en distintas épocas, pero muchas de ellas compartían la veneración a los ancestros y rituales funerarios que incluían sepultar, incinerar o colocar en cuevas y edificaciones los cuerpos de los difuntos.
Dentro de la cosmovisión antigua, el destino de los muertos dependía de la forma en que perdían la vida y no como la vivieran:
- Los ahogados, impactados por un rayo o afectados por males o enfermedades relacionadas con el agua, iban al paraíso del dios Tlaloc, donde encontraban reposo y abundancia.
- Los guerreros, los sacrificados y las mujeres que morían durante el parto iban al paraíso de Huitzilopochtli, dios solar de la guerra, donde lo acompañaban en forma de colibríes en una continua y alegre fiesta durante cuatro años para luego volver a la Tierra.
- También estaba el Mictlán, un lugar oscuro y frío donde habitaba el señor de la muerte del que ya no era posible salir. Ahí llegaban quienes morían de causas naturales.
- Los niños iban al Chichihuacuauhco, donde había un enorme árbol que goteaba leche de la cual se alimentaban a la espera de que la Tierra sea destruida para venir a habitarla y repoblarla.
Los muertos eran despedidos rodeados de ofrendas como chalchihuites (piedras semipreciosas asociadas a la vida), instrumentos musicales, alimentos, esculturas de dioses e incluso llegaban a sacrificarse animales y en casos extremos personas. Los perros sin pelo mexicanos conocidos como xoloitzcuintles jugaban un papel esencial, pues guiaban el alma del difunto por un largo y tortuoso camino hasta lograr el descanso. Si en vida maltrataban a estos perros, no recibirían tal ayuda.
En las culturas nahuas, a la que pertenecen los aztecas, no había un día para recordar a los muertos sino tres: uno en julio, uno en octubre y otro en marzo. Para celebrar se cortaba un árbol grande y el tronco era cubierto de flores alrededor de las cual se realizaban rondas y danzas, se preparaban y disfrutaban grandes cantidades de alimento. Al final de la fiesta los jóvenes intentaban trepar sin ayuda por el árbol para alcanzar la ofrenda colocada en la punta como premio.
Una fiesta de origen católico adaptada a las creencias americanas
La invasión europea que comenzó en 1519 a lo que hoy es México trajo, con el paso de los siglos, creencias y costumbres como las fiestas de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, que surgieron Francia en el siglo X por el Abad de Cluny, quien decidió rescatar la celebración para los santos y mártires anónimos, aquellos que no poseen nombre ni apellido, ni celebración en el calendario ritual católico.
En estas fiestas los creyentes europeos exhibían huesos y otras reliquias de quienes consideraban santos. Según la historiadora Elsa Malvido, del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, los altares, así como las calaveras de azúcar, los panes con forma de hueso y las veladoras, son costumbres que se pueden encontrar también en España, Italia y otros países americanos como Chile, Perú, Venezuela o Bolivia.
La costumbre de acudir a los panteones a pasar la noche en vela para dar la bienvenida a los difuntos es una costumbre relativamente reciente, ya que al principio los muertos eran velados en las iglesias antes de ser sepultados y al cumplirse un año de su partida. Con la Guerra de Reforma (1858-1861) en México los panteones se volvieron civiles y las familias adineradas tuvieron que dejar sus ricas ofrendas en panteones civiles al aire libre, por lo que enviaban a empleados a cuidar los lujosos adornos de las tumbas durante la noche, costumbre que poco a poco creció hasta convertirse en las coloridas fiestas que conocemos actualmente.
En México se pueden hallar distintas formas de celebrar pues algunos hacen sus altares con pan, semillas, veladoras, flores y otros materiales según la región. En lugares como Campeche las familias desentierran los huesos después de tres años y los exhiben, mientras que en Michoacán la gente se concentra en los panteones y en la Ciudad de México se organizan enormes ofrendas y desfiles.
Usualmente los festejos comienzan el 28, cuando se recuerda a las personas que perdieron la vida de forma violenta. El 30 y el 31 se celebra a los niños que fallecieron, y entre el 1 y 2 de noviembre se da la bienvenida a los difuntos en general.
En décadas recientes, el Día de Muertos se ha mezclado con el Halloween (contracción de all hallows eve, víspera de todos los santos) del mundo anglosajón, por lo que además de los tamales y las flores de cempoalxóchitl (o cempasúchil) prehispánicos, y las calaveritas y los altares del sur de Europa, se han sumado elementos como las calabazas o el pedir dulces de casa en casa, lo cual habla de una celebración que, lejos de perderse, cada día se enriquece gracias a la diversidad y al amor de los mexicanos por quienes ya no están vivos.